La ciudad de Antsiranana, llamada Diégo-Suarez se encuentra situada sobre un promontorio en el sur de una magnífica bahía (la segunda del mundo por su superficie después de la de Río de Janeiro). Siendo el segundo puerto de Madagascar, la ciudad cuenta con alrededor de 80.000 habitantes.
La arquitectura general de la ciudad recuerda el más de medio siglo de presencia del ejército francés, edificios militares, Hotel de la Marina, el arsenal, las arterias rectilíneas y paralelas están allí para testimoniar este pasado próximo. Llena de historia la ciudad cuenta con numerosas comunidades de las que la inmensa mayoría son comerciantes pero con orígenes distintos, yemeníes, somalíes, comorianos, chinos, indio-pakistaníes, franceses que cohabitan con las poblaciones Antankarana y Sakalava.
Diégo es una ciudad ruda y bella, sin término medio. El inmovilismo de las grandes arterias sin sombra contrastan con la animación que abundan en las aceras hasta que el sol se esconde. En la calle la noche llega tarde, con las pálidas luces de los bares y los vendedores ambulantes.
Diégo-Suarez ofrece una multitud de lugares naturales: la bahía reserva algunas playas idílicas, el Cap d’Ambre recela unos paisajes de una gran belleza mineral y el microclima de la Montagne d’Ambre permite descubrir los tesoros de un bosque húmedo en una región conocida como seca.
No pueden faltar: el cuartel popular de Tanambao III, con sus gárgolas, sus mercados y sus barracas, dónde se come, se vende en un ambiente coloreado. Los mercaderes de khat son tolerados por sus costumbre ancestrales llegadas de Arabia y del África del Este.
En los alrededores:
La playa de Ramena está a 20 kilómetro al este de Diego-Suarez. En la ruta hacia ella encontramos el islote llamado le Pain de Sucre, en media de la bahía dónde su color puede pasar del verde al azul turquesa. En Ramena, se puede bañar con toda seguridad.
Ambohitra (Joffreville) y la Montaña de Ambre: Antes de la llegada de los franceses, esta región estaba prohibida. La tierra es muy fértil con abundancia de árboles frutales y florales. En el centro del parque nacional, a través de los senderos, se puede ir correctamente ya que están muy bien señalizados. En la pequeña casada se puede ver una buena fauna y flora. Camaleones, pájaros y mariposas son numerosas pero los lémures son difícilmente visibles. El camino hacia la gran cascada de Roussetes, a 82 metros, es más difícil pero nos permite contactar con los lémures.
En la ruta de Ambilobe:
El lago sagrado de Antanavo, le leyenda nos explica que los cocodrilos que la habitan son los antepasado de los pobladores actuales que afirman reconocer sus ascendientes y les dan nombres humanos. Están alimentados con carne de cebú después de ceremonias rituales, los sábados, cuando los cocodrilos se asoman a la orillo por los cantos de los habitantes de la zona.
El macizo de Ankarana es el dominio de los espectaculares tsingys, relieves carcásticos de agujas calcáreas de unos cien metros de altitud. La región tienen un 80 kilómetros de grutas y ríos subterráneos y una fauna rica en lémures.